Historia de la peluquería
Los seres humanos nos cortamos el cabello desde la prehistoria. Lo hacíamos con herramientas que nos brindaba la naturaleza como las lascas (piedras planas y cortantes también usadas para cortar alimentos o crear flechas). En ese momento, el corte del cabello no tenía fines estéticos, sino que se realizaba para no enredarse, por ejemplo, con las malezas o por cuestiones religiosas. Tiempo después se usaron espinas de pescado, dientes de animales y ramas secas para peinar los cabellos. Además, la sangre y grasas vegetales se usaban para enrollarlos y teñirlos en los rituales.
Siguiendo la línea histórica de los inicios peluquería nos encontramos con los egipcios, famosos por sus pelucas y tinturas, sus grandes inventos. Descubrieron el uso de la henna (planta) para la coloración del pelo. Fueron los primeros en considerar al cabello para resaltar la belleza y lo trataban con funciones estéticas, además de otros usos sociales y religiosos. Los obreros de las pirámides se rapaban la cabeza, mientras que los sacerdotes de algunas castas podían hacerlo o cuidar de sus largas melenas. Las mujeres egipcias llevaban el clásico peinado de melenas totalmente lisas, de color negro azabache y decorado con delicadas diademas o con hilos de piedras brillantes o de colores.
En Grecia, el cabello fue un “culto a la belleza, uno de los pilares de su cultura. Los peinados de esa época eran muy elaborados y plagados de detalles.
A diferencia de los egipcios, los griegos adoraban los rizos y ondas. En muchas estatuas y monumentos funerarios de ese período se observan detalles de mechones cortos rodeando la frente y melenas largas y recogidas a base de cintas, cuerdas, redecillas y otros elementos decorativos. Los hombres no quedaban fuera de esto, ya que sus cabellos rizados se consideraban como exponentes de la belleza.
Tanto en Grecia como en Egipto, los esclavos eran los encargados de mantener lo más hermosas posible las cabezas de sus amos.
Sin embargo, los griegos aportaron algo fundamental en la historia de la peluquería: los salones de belleza, donde se peinaban y arreglaban las cabezas más selectas.
Alejandro Magno, a consecuencia de sus conquistas en Oriente, contribuyó con toda clase de recetas mágicas para teñir y dar forma a los peinados, fórmulas de unos cosméticos que empezaban en ese momento a ver la luz. De los griegos, los romanos tomaron los criterios estéticos y, entre ellos, el de mostrar cabellos lustrosos y peinados elaborados y con infinidad de detalles. El cabello era corto para los hombres y solía sujetarse con una cinta. Las mujeres podían dejar caer su cabello rizado en forma de tirabuzón o ligeramente ondulado, o bien recogerlo en moños sobre la nuca, que envolvían con redecillas y cintas del mismo modo que anteriormente hicieron las griegas.
El Imperio Romano se fijó en los hermosos cabellos rubios de los pueblos del norte a los que Julio César hizo cautivos. El impacto de ese nuevo tono causó un gran efecto en las mujeres y se empezaron a realizar pruebas para aclarar el cabello. También se popularizaron las pelucas elaboradas con cabello de prisioneras. Los salones de peluquería se organizaban por especialidades: peinados, tinturas, pelucas o postizos… Cientos de años después se empezó a dar un servicio completo en un solo lugar. Las barberías, existentes en la época helenística, se convirtieron en centros de encuentro y charla mientras auténticos profesionales se encargaban de arreglar cabellos y barbas.
El declive del Imperio Romano dio paso a dos períodos de la historia contrapuestos: la Edad Media, en que la pobreza y la austeridad caracterizaron una sociedad muy controlada por una religión casi asfixiante y el Renacimiento, una en que se empezó a recuperar parte de la riqueza económica y cultural perdida durante el largo paréntesis medieval. El entorno de estas dos épocas se vio, reflejado en la estética y la moda de la sociedad del momento.
En la Edad Media (VII-XV), teñirse el pelo dejó de ser posible, tanto en el orden económico como en el moral. Sin embargo, las mujeres debían llevar el cabello largo y bien recogido, tal como marcaba la Iglesia, lo que en una época en que disponer de jabón se consideraba un lujo. Esto obligó a agudizar la imaginación para crear todo tipo de moños y trenzas. Las mujeres intentaban arreglarse de la manera más coqueta posible sin salirse de los cánones estrictamente indicados. Las más humildes tejían en sus cabellos trenzas de todo tipo que generalmente nunca dejaban caer, sino que se enroscaban encima o alrededor de la cabeza formando originales recogidos. Las clases más afortunadas disponían de joyas e incluso diademas, aunque la principal diferencia, única aportación de la época al sector de la peluquería, fue la aparición de los tirabuzones. En el palacio, los recogidos eran mucho más sofisticados, incluyendo a menudo cuentas y todo tipo de piedras para decorarlos.
En el Renacimiento (XVI-XVIII), el culto a la belleza personal fue uno de los valores de la época clásica que se recuperaron. Se volvió a un modelo de sociedad más civilizado que daba valor al aseo y el cuidado personal. En la Corte se creó la moda y aparecen otra vez especialistas del peinado que evolucionaron en formas e ideas intentando recuperar los antiguos tocados de las épocas griegas y romanas. Proliferaron los accesorios y aparecieron los postizos en forma de trenzas y moños muy elaborados, redecillas, coronas y joyas entrelazadas.
Los siglos XVII y XVIII se destacan por las pelucas mediante las cuales se diferenciaban las clases sociales. Su aparición fue fomentada por Luis XIV de Francia que quería ocultar su incipiente calvicie.
Con la Revolución Francesa desaparecieron las pelucas y volvió el gusto por el pelo natural. Esta revolución y la Industrial marcaron el devenir de la Historia del mundo occidental.
En el siglo XIX aparecieron los peluqueros que trabajaban, sobre todo, a domicilio. Se asentó definitivamente el oficio a cambio de una remuneración. Los caballeros cortaban su cabello en el barbero, sin decidirse todavía a ponerse en manos de los estilistas que trataban a las señoras.
La época dorada de Hollywood (1930-1960) influyó en todos los aspectos de la moda. En peluquería, las grandes ondas en el más puro estilo Vivien Leigh, Maureen O´Hara o Rita Hayworth se convirtieron en el máximo exponente de la elegancia. Sin embargo, si un peinado creó escuela fue el llamado «Peek-a-boo-bang» consistente en una abundante masa de cabello rubio platino ondulado que tapaba un ojo, popularizado por Veronica Lake.
Marilyn Monroe determinó el tipo de trabajo que se realizaba en la peluquería: fue la rubia más sexy de la historia. Miles de mujeres de todo el mundo copiaron su rubio platino. Todas las mujeres “bien” acudían al salón como mínimo una vez por semana, aunque en la alta sociedad no resultaba extraño hacerse peinar a diario por un especialista.
En los ´50 se extendió por todo el mundo el mítico jopo de Elvis, sostenido gracias a la fuerte gomina.
Anteriormente, sin embargo, era el pelo corto de estilo militar lo que más se había llevado, cómodo y práctico. Este look se popularizó especialmente durante la guerra y la posguerra.
Entre 1960-1980 se vive una revolución en lo que a la moda del cabello se refiere. El peinado se convierte en una de las más características señas de identidad de cada persona. Así, los “rockabilies” que habían surgido en la década anterior se peinaron con un jopo al estilo de Elvis y los seguidores del movimiento “beat” imitaron a “The Beatles” con sus melenitas y flequillos.
En los ´70, David Bowie propulsó el mullet (flequillo muy corto y pelo más largo en la nuca) que llegó a evolucionar hasta límites insospechados con el movimiento punk que construyó altas crestas de colores estridentes sobre una base de mullet. También en los ´70 escandalizaron los rastas, que triunfaron siguiendo los dreadlocks de Bob Marley. Luego, el movimiento hippie y el grunge propulsaron una moda “anti-peluquería” en la que se priorizaba un pelo descuidado, largo y caído de la manera más natural posible. Los dos peinados a resaltar de la moda cabello de los años ´60 y ´70 fueron la permanente y el bob.
Décadas más tarde, en la peluquería se empezaron a crear tendencias que formaron corrientes a seguir que permitieron que cada persona adapte a su gusto las propuestas de cada temporada. Color, textura, largo del cabello quedaron al agrado del cliente. Así, en los ´80 se llevaron los cabellos ligeramente ondulados y, en los ´90, triunfaron los desfilados, los escalados y finalmente las extensiones.
En el nuevo milenio, se marcó un camino en el mundo de la peluquería que comenzó a ser trazado en la última década del siglo XX: mezcla de culturas, de estilos y el cambio constante abandonaron las pasarelas y las páginas de las revistas para invadir las calles.
Hasta hoy, los diversos looks que lucen jugadores de fútbol o básquet son imitados por miles de chicos de todo el mundo. Además, otros modelos a seguir son: cantantes, actrices y top-models. Sus estilistas toman las ideas de la calle para aplicarlas en pantallas y pasarelas, popularizarlas y finalmente extenderlas por los diferentes países de todo el mundo.
Las tinturas que no dañan el cabello, los baños de color, los postizos, las extensiones, las ceras, geles y espumas que texturizan y dan forma, los accesorios y complementos, los protectores solares y todos y cada uno de los productos que pueden encontrarse en el mercado formulados y/o diseñados para el cabello han convertido lo que antes era un lujo en una necesidad. Las opciones para tratar los cabellos son infinitas.
En el 2020, la peluquería se reinventa día tras día brindando las más diversas opciones para todo los gustos y sigue escribiendo su historia.
Fuentes: Historia de la peluquería (Jorge Alberto Vilches Sanchez).